martes, 21 de febrero de 2012

Mitos Del Dolor En Odontología


Mitos Del Dolor En Odontología



Los mitos, en distintos contextos pueden significar varias cosas, se pueden considerar envolturas simbólicas de una verdad, narraciones de hechos sobrenaturales, o pueden formar parte del sistema religioso de una cultura, la cual los considera historias verdaderas. Así mismo se postula que los mitos sirven para transmitir roles y símbolos de características arquetípicas. Es posible que a esto sea a lo que se refiriere un hablar de los mitos del dolor en odontología. La palabra "mito" deriva del griego mythos, que significa "palabra" o "historia".
Un mito tendrá un significado diferente para el creyente, para el antropólogo, o para el filólogo y, en este caso, para el odontólogo. Es esa precisamente una de las funciones del mito: consagrar la ambigüedad y la contradicción, luego éste no tiene por qué transmitir un mensaje único, claro y coherente. Su logos no es sino una alternativa de explicación frente al mundo que suele recurrir a la metáfora como herramienta creativa. Así, los relatos se adaptan y se transforman de acuerdo a quien los cuenta y al contexto en el que se transmiten. El mito no es dogmático e inmutable, es fluido y permite interpretaciones
El dolor odontológico parecería referirse solamente a ese dolor físico que refiere alguna estructura del sistema estomatognático, pero cuando se enfrenta en la consulta, se encuentra que no sólo se refiere a una respuesta estructural. Se suele ver traslapado en el sufrimiento que acarrea la ignorancia metafísica, presente en el ser humano por un desconocimiento o un conocimiento imperfecto de la naturaleza de las cosas. No corresponde sólo al dolor estructural, sino que a menudo es una modulación o traducción de su sentido, un dolor acrecentado que resulta de violentar el movimiento rítmico entre bienestar y malestar con el que convivimos.
Sensación psicológica de desagrado añadido (tristeza, ira, frustración) que surge cuando nos resistimos a lo que sucede y pretendemos otra cosa; derivado en un rechazo rotundo al sufrimiento y una búsqueda crispada por el placer. Así cada "dolor de muela" se hace único e irrepetible. "Vieron (los habitantes de Macondo) un Melquíades juvenil, repuesto, desarrugado, con una dentadura nueva y radiante. Quienes recordaban sus encías destruidas por el escorbuto, sus mejillas fláccidas y sus labios marchitos, se estremecieron de pavor ante aquella prueba terminante de los poderes sobrenaturales del gitano". En resumen, Melquíades terminó sacándose los dientes y envejeciendo de pronto, pero luego se los puso otra vez y sonrió con el poder restaurado de su juventud. Sí, el hombre envejece cuando sus dientes no se reponen.
García Márquez lo sabe bien. Perder un diente es también una metáfora de "la caída del poder". Joyce y Nabokov lo sabían bien, habían perdido la dentadura antes de cumplir los cincuenta años y no se ahorraron palabras para retratarlas en sus libros como algo más que un rasgo fisonómico o ese simple dolor, al que se suele llamar "dolor de muela". Martín Amis, otro escritor desdentado, en su libro Experiencia, da una explicación sobre la comunidad de escritores de dientes postizos que describieron dicha experiencia existencial, afirmando "mi herida es mi boca"
Fuente: www.dentalmagazine.com

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